Archivos de Ciencias de la Educación, vol. 16, nº 22, e114, diciembre 2022 - mayo 2023. ISSN 2346-8866
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Ciencias de la Educación

Artículos

Universidad y clase obrera: los estudiantes cordobeses en la Semana Trágica de 1919

Giuliana Dellocchio Marendazzo

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Cita recomendada: Dellocchio Marendazzo, G. (2022). Universidad y clase obrera: los estudiantes cordobeses en la Semana Trágica de 1919. Archivos de Ciencias de la Educación, 16(22), e114. https://doi.org/10.24215/23468866e114

Resumen: La reforma universitaria de 1918 sentó sólidas bases en la alianza obrero-estudiantil que se evidenciaron en numerosas ocasiones. Las manifestaciones, protestas y discursos estuvieron invadidas de universitarios y trabajadores, articulados en un solo cuerpo. Sin embargo, la historiografía tendió a dejar de lado las acciones colectivas que realizaron ambos grupos entre la Reforma y el Cordobazo. En este trabajo realizamos un análisis sobre la participación de los estudiantes universitarios de Córdoba –quienes estaban agrupados en la Federación Universitaria de Córdoba y en los diversos centros de estudiantes- en los sucesos de la Semana Trágica de Buenos Aires en enero de 1919, verificando que la alianza obrero-estudiantil no se interrumpió tras la resolución de los conflictos universitarios.

Palabras clave: Reforma universitaria, Clase obrera, Córdoba, Semana Trágica.

University and working class: Cordoba students in the Tragic Week of 1919

Abstract: The university reform of 1918 laid solid foundations in the worker-student alliance, which was evidenced on numerous occasions. The demonstrations, protests and speeches were invaded by university students and workers, articulated in a single body. However, the historiography tended to put aside the collective actions carried out by both groups between the Reform and the Cordobazo. In this work we carry out an analysis on the participation of the university students of Córdoba -who were grouped in the Federación Universitaria de Córdoba and in the various student centers- in the events of the Tragic Week of Buenos Aires in January 1919, verifying that the worker-student alliance was not interrupted after the resolution of the university conflicts.

Keywords: University reform, Working class, Córdoba, Tragic Week.

Introducción

La alianza entre los estudiantes universitarios y la clase obrera suele analizarse en el marco de dos acontecimientos ocurridos en el último siglo: la Reforma Universitaria de 1918 y el llamado Cordobazo de 1969.1 Las calles colmadas de jóvenes y trabajadores manifestándose conjuntamente componen una imagen frecuentemente invocada al momento de analizar la relación entre estos actores. Sin embargo, la historiografía generalmente ha dejado de lado numerosos eventos en los que esta unión se consolidó y reafirmó, invisibilizando décadas de lucha compartida entre ambos sectores sociales (Bonavena, diciembre, 2012; Califa, 2009; Díaz de Guijarro y Linares, 2018). En un trabajo sobre las reacciones estudiantiles al gobierno de Onganía, Pablo Bonavena (diciembre, 2012) recupera un pronunciamiento de los estudiantes del Bachillerato José María Paz en el que se ponía de manifiesto la existencia de un fuerte vínculo entre obreros y estudiantes. Sin embargo, hace caso omiso a la denominación de Santiago Pampillón -estudiante universitario asesinado el 7 de septiembre de 1966 en el marco de la represión policial- como “alumno/obrero”, no da lugar al análisis acerca de tal descripción ni recupera los orígenes de esa expresión. A su vez, el autor presenta la existencia de acciones coordinadas entre trabajadores y estudiantes, pero desconoce el recorrido histórico que ambos sectores realizaron conjuntamente, ya que presenta a este accionar como coyuntural a la situación socioeconómica de fines de la década de 1960 (Bonavena, diciembre, 2012). Por su parte, Juan Sebastián Califa (2009) presenta un riguroso análisis de los conflictos ocurridos en los años cincuenta en torno a la cuestión “laica o libre”, pero a lo largo del mismo no reconoce el alto grado de participación obrera -principalmente de grupos partidarios del Partido Comunista- en las movilizaciones callejeras, ni el apoyo prestado por diferentes sindicatos vinculados tradicionalmente al estudiantado (médicos, docentes, transporte, entre otros). A lo largo de su trabajo, Califa (2009) señala y describe la participación de agrupaciones docentes como el Movimiento Sindical Docente en los acontecimientos acaecidos en 1956, pero borra su carácter obrero en tanto lo incluye como uno más de los conflictos en el seno del estudiantado, dejando de lado nuevamente la acción articulada entre sectores obreros y estudiantiles. Numerosos fueron también los historiadores que han infravalorado el rol de los estudiantes en las luchas obreras, considerando que sólo actuaban de forma solidaria o interesada tras el apoyo recibido en los sucesos de 1918 (Ciria y Sanguinetti, 1962; Pineau, 1993). El trabajo de Pablo Pineau incluye una interesante selección bibliográfica que le permite afirmar que “el Movimiento obrero siguió su camino casi sin percatarse de la Reforma, pero no sucedió lo mismo a la inversa” (1993, p. 5). En función de tal afirmación, el autor señala que no existió una alianza verdadera, ni duradera, ni sólida entre el movimiento obrero y los estudiantes universitarios, y que el movimiento obrero no se interesó en los conflictos estudiantiles. En esta interpretación, el estudiantado se presenta como “adherido” a los obreros, pero no existiría un vínculo recíproco entre ellos.

Los acontecimientos del ‘18 en el marco de la Reforma Universitaria, que tuvieron lugar en la Universidad Nacional de Córdoba, parecen haber iniciado una fuerte alianza entre la clase obrera y la pequeña burguesía universitaria. No obstante, dicho proceso reformista debe ser enmarcado en un proceso aún más amplio, como fue la intensificación de la lucha de clases entre los años 1917 y 1922. Dentro de este contexto, estudiantes y obreros participaron activamente en manifestaciones y huelgas -juntos y de forma autónoma- desde el inicio del período, nucleados alrededor de la Agrupación Córdoba Libre (Agüero, 2018; Bastida Bellot, 17 de junio de 2018), lo que les permitió a los universitarios alcanzar una “definida orientación ideológica” (Portantiero, 1978, p. 76). Es importante señalar que 1918 marcó un hito en la relación entre estos grupos, puesto que fue un año signado por las protestas, tanto obreras como estudiantiles. En éstas participaron activa e indistintamente sujetos pertenecientes a ambas clases, como se observa en los discursos de Deodoro Roca en los diferentes actos de los trabajadores (Chabrando, 2010; Pianetto, 1991).2

Las acciones conjuntas entre obreros y universitarios también tuvieron lugar tras la Reforma, sobre todo por los acontecimientos de enero de 1919, reunidos bajo el nombre de Semana Trágica. A partir del 7 de enero y hasta el 13 de dicho mes, en Buenos Aires se sucedieron numerosos enfrentamientos entre los trabajadores de los talleres Vasena –en huelga desde diciembre del año anterior- y la policía, dejando un saldo de hasta setecientos muertos, dependiendo de las fuentes consultadas (Sartelli, 2007). Ante la dura represión sufrida por los obreros, las federaciones universitarias de todo el país se manifestaron a favor de ellos, adhiriendo a la huelga convocada por los sindicatos y llevando a cabo distintas acciones para reivindicar la lucha obrera, poniendo de manifiesto las duras condiciones de vida de los trabajadores, la explotación que sufrían y el importante rol que cumplían en la sociedad (Bustelo, 2017; Díaz de Guijarro, 2018).

Resulta pertinente presentar algunas consideraciones más sobre las investigaciones realizadas en torno al vínculo entre clase obrera y estudiantado. En algunas ocasiones se ha presentado una imagen infantil del universitario, como un sujeto movilizado por la vorágine de las manifestaciones, que poco comprendía de las causas y reclamos que aquejaban a los trabajadores, como intenta señalar Pablo Pineau (1993) a partir de la lectura y análisis de periódicos partidarios obreros. Sin embargo, los pasajes incluidos en su trabajo demuestran la profunda preocupación de los estudiantes por acercar la vida universitaria a una realidad obrera bien conocida. Otras lecturas, por su parte, han separado al estudiantado universitario de la clase obrera afirmando el carácter pequeñoburgués de los mismos (Portantiero, 1978), desconociendo el alto porcentaje de alumnos asalariados existente en la UNC para 1918, evidenciado en los numerosos reclamos por reducción de aranceles, apertura de nuevas cátedras en diferente franjas horarias y libertad de asistencia (Bastida Bellot, 2017).3

Otros autores plantean que, desde 1918, el estudiantado no evitaría pronunciarse sobre la relación obrero-estudiantil (Bustelo y Díaz Rubio, 2016). Estos últimos consideran que el fortalecimiento de dicho vínculo se encontraría fuertemente emparentado con el contexto internacional –la Gran Guerra, la Revolución Rusa y los movimientos insurreccionales europeos-, y nacional –distintos levantamientos obreros que ponían de manifiesto un clima de alta conflictividad social. En particular, Julio V. González (1923) señaló dos causas que alentarían la conformación de una alianza obrero-estudiantil: la situación de orfandad (frente a la vieja generación de intelectuales -en el caso de los universitarios- y frente al resto de la comunidad -en el caso de los trabajadores-) y la hermandad ante el rigor de la represión policial. Esta combinación de acontecimientos habría favorecido la emergencia de

un estudiante ligado a la cultura de izquierdas, que, si bien se mantenía a distancia de los partidos políticos, bregaba por la emancipación del género humano, ya fuera a través de una ciencia preocupada por las injusticias sociales, de los proyectos de extensión universitaria o de la solidaridad obrero-estudiantil (Bustelo y Díaz Rubio, 2016, p. 38),

que se observaría en el vocabulario empleado por los estudiantes en sus declaraciones y en la orientación política que fueron tomando sus reclamos.

En este trabajo nos concentramos en las respuestas que dio la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) a las acciones represivas de la policía y el gobierno nacional contra los trabajadores porteños en enero de 1919. Consideramos que los hechos del ’19, en los que se observa una gran participación y apoyo de los universitarios a los reclamos obreros, darían cuenta de la férrea alianza que se forjó entre ambos grupos en los años previos y reflejarían un accionar conjunto en un momento álgido de la lucha de clases, que comenzaba a cerrarse con la represión de obreros rurales, la Semana Trágica y los posteriores sucesos de la Patagonia.

Para el abordaje de esta temática resulta importante tener presente el concepto de intelectuales orgánicos, de Antonio Gramsci. En su trabajo “La formación de los intelectuales” señala que

todo grupo social que surge de la base original de una función esencial en el mundo de la producción económica, establece junto a él, orgánicamente, uno o más tipos de intelectuales que le dan homogeneidad no solo en el campo económico, sino también en lo político y social (Gramsci, 1967, p. 21),

por lo que la clase obrera, en tanto grupo social específico, debería establecer y encontrar a sus propios intelectuales orgánicos. Esto resulta problemático, ya que en el seno de la clase obrera casi no había -al menos en Argentina en 1919- un amplio sector abocado a cuestiones intelectuales. Por su parte, Giglioli (1996) señala que la “vinculación entre intelectuales y grupos sociales tiene su razón de ser en el papel que estos desempeñan al darle a la clase (…) que representan homogeneidad y conciencia de su propia función en los diferentes campos” (p. 31), lo que les otorgaría a los intelectuales un rol eminentemente político.

Las fuentes documentales que se analizan para dar cuenta de la relación entre obreros y estudiantes tras la reforma de 1918 fueron seleccionadas del Tomo V de la compilación realizada por Gabriel del Mazo (1927), La Reforma Universitaria.4 Específicamente, los documentos empleados son Decreto de la Federación (12/01/1919), Las autoridades de la facultad reaccionan. Contestación del Centro de estudiantes de ingeniería (ambas del día 15/01/1919) y La Federación Universitaria de Córdoba y el proletariado nacional (24/01/1919). En su conjunto, estas fuentes permitirían dar cuenta del desarrollo de distintas acciones estudiantiles en el período señalado, en relación con los sucesos de la Semana Trágica de Buenos Aires. Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho de que la selección documental proviene de la subjetividad de un antiguo dirigente reformista, por lo que presenta una lectura de los acontecimientos desde la óptica estudiantil-reformista. Por ello se intenta, a la vez, recuperar algunas fuentes documentales provenientes del movimiento obrero, lo que permitiría una lectura más amplia del proceso.

Una alianza con raíces profundas

Para llevar a cabo el análisis de los documentos, es preciso realizar una consideración sobre las motivaciones estudiantiles al momento de intervenir y participar en las manifestaciones. Como se señaló más arriba, hay una serie de autores que explican el origen de la relación obrero-estudiantil como una respuesta al apoyo que recibieron los universitarios en 1918, como una muestra de solidaridad hacia los trabajadores (Ciria y Sanguinetti, 1962; Portantiero, 1978). Al acercarnos a los documentos, vemos que las bases de esa alianza eran, en realidad, bastante más profundas. Los estudiantes universitarios eran conscientes de los problemas de la clase obrera, ya sea porque pertenecían a ella o porque creían que era importante estudiarlos, como lo expresó la FUC en el documento La Federación Universitaria de Córdoba y el proletariado nacional:

(...) reconoce como causas del actual y de los anteriores conflictos obreros un profundo malestar económico en las clases productoras, provocado por la desigual distribución de la tierra, la presión impositiva que sufre el trabajo por los impuestos directos, el sistema de protección a las industrias que destruye la competencia comercial, la falta de una eficaz legislación obrera y la deficiente cultura moral e intelectual del pueblo (Del Mazo, 1927, p. 61-62).

En este pasaje podemos observar un sólido conocimiento de las causas que movilizaban a la clase obrera, demostrando un profundo análisis de las condiciones de vida de los trabajadores de la época y de las problemáticas que los aquejaban. Este análisis llevado a cabo por los estudiantes universitarios les aportaba a los reclamos obreros una fuerte legitimación, puesto que surgían de una investigación científica, llevada a cabo por un grupo de intelectuales. Asimismo, algunas de las causas enunciadas por los universitarios dejan entrever situaciones que afectaban a su propia clase (por ejemplo, el proteccionismo para con las industrias), la pequeña burguesía de Córdoba, lo que permite pensar que la alianza entre ambos grupos -universitarios y obreros- iba más allá de un mero gesto de solidaridad: había problemas estructurales que los hermanaban. En el mismo pasaje puede observarse, también, lo señalado por Bustelo y Díaz Rubio (2016): a partir del vocabulario empleado por los estudiantes se advierte una tendencia hacia la izquierda, de corte marxista, que continuaría presente en todas sus declaraciones.5

Existe también una serie de documentos que permitirían comprender los fundamentos de la relación obrero-estudiantil desde una mirada más nacionalista, y muy propia de la época. Los estudiantes apoyaban las luchas obreras porque, además de lo enunciado anteriormente, consideraban que, “al ratificar su adhesión a la causa del trabajador, reconoce en él el factor decisivo del progreso nacional” (Del Mazo, 1927, p. 62). Esta idea se reforzaba en otros documentos, como la Contestación, donde se señalaba que obreros y estudiantes eran “dos factores decisivos del engrandecimiento del país” (Del Mazo, 1927, p. 60). Esta precisión nos permite afirmar que los universitarios consideraban de gran importancia la resolución de los conflictos obreros, por su carácter determinante del progreso nacional, a la vez que les permitía adjudicarse a sí mismos un papel de mucha relevancia por su vinculación con la clase obrera.

Los estudiantes se manifiestan: la Semana Trágica

Si concentramos nuestra mirada en la relación obrero-estudiantil en el contexto de la Semana Trágica, encontramos una serie de fuentes documentales que nos permitirían dar cuenta de la solidez de dicha alianza, todas referidas a la adhesión de la FUC al paro convocado por distintas agrupaciones sindicales obreras. A lo largo de todas ellas, los estudiantes recalcan su “anhelo de sano mejoramiento social al elevar el nivel material y moral del pueblo trabajador, por el cual luchan en este momento los obreros del país” (Del Mazo, 1927, p. 55), intentando reafirmar uno de los pilares de la Reforma de 1918, la extensión universitaria. Esta supone una relación doble entre universidad y sociedad: la universidad aporta a la sociedad por medio del conocimiento científico, y la sociedad la enriquece con otros saberes.

En este sentido, Deodoro Roca (citado en Portantiero, 1978) afirmaba que “reforma universitaria es lo mismo que reforma social” (p. 77), lo que demuestra el interés de los universitarios de ampliar su campo de acción inmiscuyéndose en la lucha política. La relación obrero-estudiantil se podría explicar, entonces, como un producto de la perspectiva social del estudiantado, que buscaría realizar aportes a la sociedad por medio de la extensión universitaria. Dicha proyección social se advierte claramente en el documento previamente señalado del 24 de enero de 1919:

El movimiento universitario argentino, iniciado por los estatutos de la Universidad de Córdoba, debe ser considerado como la primera manifestación de un proceso evolutivo en el orden nacional, dirigido a modificar fundamentalmente el estado de cristalización, por así decir, porque atraviesa su organización social, económica, política e intelectual, teniendo como finalidad inmediata el afianzamiento de la libertad, la verdad y la justicia en todos sus órdenes (Del Mazo, 1927, p. 61).

Allí, los estudiantes reivindicaban su accionar político y social, justificando las intenciones de modificar el orden social imperante. En el mismo documento, señalaban que existía “una estrecha relación entre esos propósitos ampliamente manifestados por la juventud y por las recientes huelgas obreras” (Del Mazo, 1927, p. 61), lo que permite identificar un contacto fluido y la compatibilidad de intereses entre ambos grupos. Asimismo, a partir de este texto, los universitarios comienzan a perfilarse como intelectuales orgánicos, de acuerdo con la definición gramsciana, colocándose como representantes de la clase obrera y bregando por un cambio en su condición. Al respecto, es pertinente recuperar los aportes que Natalia Bustelo realizó en su tesis de doctorado, en la que plantea –a partir de análisis de la prensa estudiantil- que

entre 1919 y 1920, grupos como el Ateneo, los editores de Bases, de Insurrexit, de La Gaceta Universitaria de Córdoba y de Ariel de Montevideo, el grupo Lux de Córdoba y el Centro Cultural Evolución de Rosario explicitaron en sus propósitos la unión de los estudiantes con los obreros y la lucha, de filiación bolchevique, por la emancipación de la humanidad (Bustelo, 2014, p. 55).

Aquí se observa que el mantenimiento del vínculo obrero-estudiantes era de gran importancia para los universitarios, ya que incluso en 1920 seguía apareciendo como un tópico relevante en los órganos de prensa estudiantiles, al igual que la impronta izquierdista que hemos identificado anteriormente.

Las autoridades responden

Al continuar con la lectura de los documentos, podemos advertir que, tras la adhesión de la FUC al paro obrero convocado para el 12 de enero de 1919, las autoridades de la UNC reaccionaron inmediatamente. En su declaración del 15 de enero del mismo año, atacaron con dureza la posición tomada por el alumnado, invitándolos a “reconsiderar” su decisión, sosteniendo que debía “reprobarse toda adhesión a la actual situación de violencia y de finalidades atentatorias al orden y al régimen constituido” (Del Mazo, 1927, p. 56). Es decir, las autoridades catalogaron como promotores de la violencia a los estudiantes, defendiendo el orden establecido -que las beneficiaba en demasía, por su carácter burgués.

En dicho documento, los miembros del consejo directivo acusaban a los estudiantes de desconocer las causas del malestar de la clase obrera, y además desacreditaron la adhesión del estudiantado a la huelga obrera, señalando que “aun cuando hubiera un móvil generoso, importa un extravío adherirse por reciprocidad a un movimiento que no puede concordar con las aspiraciones de la juventud universitaria” (Del Mazo, 1927, p. 57). Ese mismo pasaje deja ver, también, una intención de las autoridades universitarias de condicionar y orientar el pensamiento de los alumnos, afirmando que las ideas y los reclamos obreros eran (o debían ser) totalmente incompatibles con las de los intelectuales.

Las autoridades también aludieron a las recientes victorias estudiantiles, en especial al régimen de cogobierno, para condicionar el accionar universitario, al considerar que:

por la nueva organización universitaria es indispensable orientar a los estudiantes y evitar sus desvíos, por cuanto el actual estatuto universitario les confía una función directiva al entregarles el tercio de la asamblea electoral de las autoridades de la facultad -artículo 38, inciso 1°, ítem e. (Del Mazo, 1927, p. 57).

Entre los “desvíos” a los que alude la cita anterior, las autoridades de la UNC habían identificado a la extensión universitaria. Esta no sólo era considerada distractora, sino que sentaba las condiciones para promover un desenvolvimiento político del estudiantado universitario que resultaría peligroso si se vinculara con la clase obrera.

El último argumento que encontró el consejo directivo de la UNC para deslegitimar la adhesión estudiantil a la huelga obrera fue “presumir que la mayoría de los estudiantes desaprueban la resolución adoptada, tal vez fruto de una irreflexión” (Del Mazo, 1927, p. 58). Esto demostraría la necesidad de desacreditar el accionar de los estudiantes por cualquier medio, acusándolos de “tiranos” por tomar medidas inconsultas y que no reflejarían el interés del total del cuerpo estudiantil. Además, se los cataloga de irreflexivos, lo que les permitía afirmar que sus medidas no son válidas por no estar guiadas por el uso de la razón.

Contraataque: los estudiantes contestan

Los universitarios respondieron a estos ataques y reafirmaron su posición ante los hechos de la Semana Trágica. En la Contestación del Centro de estudiantes de Ingeniería, el alumnado señaló que tanto la FUC como el Centro de Estudiantes eran entidades autónomas, y respondió que “el consejo directivo carece de autoridad y de derecho en los asuntos de orden privativo y mucho menos de tutelar y orientar sus actos” (Del Mazo, 1927, p. 59). Por medio de esta expresión, los estudiantes no solo manifestaron su reticencia a la tutela de las jerarquías universitarias, sino que terminaron construyendo la imagen de las autoridades como sus antagonistas en la lucha universitaria. En este sentido, aquellos que ocupaban puestos jerárquicos eran percibidos como enemigos de los alumnos y también de la clase obrera, puesto que atacaban la adhesión estudiantil a la huelga de los trabajadores, a la vez que descalificaban los reclamos obreros al decir que eran “ideas mal conocidas y ni siquiera analizadas por los mismos que pretenden aplicarlas” (Del Mazo, 1927, p. 57). Como señala en la Contestación, el estudiantado entendía que

este pronunciamiento espontáneo del consejo directivo debe ser interpretado como la expresión del espíritu que anima a los componentes de la nueva facultad de ciencias exactas, físicas y naturales, y él está en abierta oposición con las aspiraciones e ideales de la juventud en cuanto reprueba el reconocimiento de la justicia que encarna la lucha en favor de la reivindicación obrera y desnaturaliza la patriótica significación de la actitud adoptada por la F.U. (Del Mazo, 1927, p. 59).

Aquí se observa, por lo tanto, que el ataque que sufrieron los universitarios por parte de las autoridades era percibido como producto del repudio a la juventud que se posicionaba junto a la clase obrera, deslegitimando sus reclamos y manifestaciones. Asimismo, los estudiantes incorporaron un elemento que se señaló más arriba: el nacionalismo. Al enunciar que la actitud de la FUC tenía una significación patriótica, los universitarios buscaban obtener legitimidad, que su accionar sea considerado válido por el resto de la sociedad y por los mismos miembros del consejo directivo, y reposicionar los reclamos obreros en el centro de la vida política, entendiendo su resolución como un acto de justicia.

En la Contestación, además, los estudiantes hicieron una distinción: si bien ellos apoyaban las huelgas y demandas de la clase obrera, repudiaban sus mecanismos. Al decir que

la juventud universitaria, al contribuir con su serena adhesión a la solución del problema económico del obrero, tiende a alcanzar los mismos fines que con justicia reclama el proletariado, evitando la violencia, desde que ella perjudica en lucha desigual a quienes asiste la razón (Del Mazo, 1927, p. 60),

los universitarios señalaban la diferencia existente entre los métodos empleados por los obreros y los propios de los intelectuales. Asimismo, señalaban que, si bien se solidarizaban con los trabajadores porteños, ellos adherían a la medida de la Federación Obrera Local, que había tenido una actitud pacifica en el desarrollo de su movimiento, que “no fue desvirtuado con procederes violentos ni hechos de sangre” (Del Mazo, 1927, p. 60).

Además, con este pasaje, el alumnado reforzaba la idea de que la clase obrera tenía deficiencias morales e intelectuales, planteado en el documento del 24 de enero, cuando señalan como causas del malestar de los trabajadores “la deficiente cultura moral e intelectual del pueblo” (Del Mazo, 1927, p. 62).6 La carencia intelectual se habría expresado en la descualificación de la mayoría de la clase obrera, incapaz de acceder a una formación superior, mientras que la deficiencia moral se vería reflejada en el accionar violento de dicha clase (sobre todo en los sucesos de la Semana Trágica). Por tales motivos, los universitarios buscarían constituirse como dirigentes intelectuales de los obreros, aportándole homogeneidad y conciencia de su función social, puesto que parecía que la clase obrera por sí sola no alcanzaría sus objetivos con los métodos violentos que empleaba, dado que causaban un fuerte repudio en el seno de la sociedad.

Los universitarios como intelectuales orgánicos de la clase obrera

En este punto, es pertinente señalar la percepción del estudiantado sobre su función en la sociedad, en especial en relación con la clase obrera, en ese momento de alta conflictividad social. Como se observa en La Federación Universitaria de Córdoba y el proletariado nacional, al ratificar la adhesión a la causa de los trabajadores, el estudiantado “exhorta a los que por ella luchan a que vean en la biblioteca y en el libro el arma preciosa con que triunfa siempre la justicia” (Del Mazo, 1927, p. 62). En este fragmento del quinto punto de la declaración, la juventud universitaria refuerza la idea de resolver los conflictos obreros de forma pacífica y basada en el conocimiento científico, identificado en las bibliotecas y los libros. De esta forma, revalidarían su papel de intelectuales en la sociedad, reconociendo la igualdad de intereses con la clase obrera -la resolución de las problemáticas señaladas en el mismo documento-, pero proponiendo salidas conciliatorias.7 Esto nos permitiría afirmar que los estudiantes cumplían un rol casi exclusivamente intelectual en su alianza con los trabajadores, al menos en ese período de la lucha de clases, buscando recanalizar institucionalmente la violencia ejercida por la clase obrera.

En sintonía con esta idea, la propuesta de Natalia Bustelo (2014) de recuperar la revista Bases, financiada y dirigida por la Federación Universitaria de La Plata, resulta más que útil para analizar la percepción que los propios estudiantes mantenían de sí mismos al iniciar la década de 1920. Al respecto, en su primer número, Antonio Herrero afirma que

la juventud (…) va siempre a la cabeza de todos los movimientos que cambian la orientación y la faz de los pueblos. Y la juventud estudiosa no solo debe ser acción impulsadora sino inteligencia dirigente. Debe formar las antenas espirituales que avanzan y tantean en la sombra para generar la luz. Deben ser exploradores que preceden y guían la caravana humana (Herrero, 1919, p. 6).

En este pasaje se hace evidente que gran parte del estudiantado se percibía a sí mismo como líder espiritual e intelectual de la sociedad en su conjunto. En su definición de la juventud estudiosa, Herrero sintetiza la hipótesis que vehiculiza este trabajo: los estudiantes universitarios se han constituido en intelectuales orgánicos de la clase obrera –e incluso va más allá, al afirmar que deben guiar a la humanidad en su conjunto.

Es preciso destacar un aspecto central en la relación obrero-estudiantil: la conciencia bilateral de la alianza. Contrariamente a lo que muchos autores sostienen, los estudiantes eran conscientes de su vínculo con la clase obrera y no actuaron de forma espontánea, movilizados por la vorágine de los acontecimientos (Pineau, 1993; Portantiero, 1978). Desde la declaración de adhesión a la huelga, los universitarios señalaban que, tras el apoyo recibido en la Reforma, se llegó a “crear un vínculo íntimo de compañerismo, y que este es el momento de demostrarlo” (Del Mazo, 1927, p. 55), lo que nos permite hablar de una relación estable y estrecha, no momentánea. Al realizar un análisis más exhaustivo de las fuentes documentales, observamos que dicho vínculo fue una alianza buscada, defendida y vivida por el alumnado con mucha efervescencia (que en reiteradas ocasiones los llevó a enfrentarse con las autoridades universitarias y con distintos sectores del mundo intelectual), como puede verse en este pasaje: “consecuentemente con las conclusiones del primer congreso nacional de estudiantes universitarios, corresponde fomentar la unión entre obreros y estudiantes como procedimiento ideal para vincular dos aspectos decisivos del engrandecimiento nacional” (Del Mazo, 1927, p. 60).

Allí observamos que la unión obrero-estudiantil era un tema que inquietaba a la juventud universitaria, puesto que señala el tratamiento de ese tópico en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, que se celebró en Córdoba en julio del ’18. La búsqueda de la alianza entre estos dos grupos se dio a lo largo de varios años, cristalizándose definitivamente en 1918, como ya se señaló. Sin embargo, como aquí se ve, dicha alianza no se agotó tras el proceso reformista y la victoria estudiantil, sino que pervivió e incluso se vio reforzada por los sucesos de enero de 1919, que llevaron al alumnado a manifestarse en reiteradas ocasiones en favor de los reclamos obreros y a analizar con profundidad las causas de su malestar. Nuevamente, el factor nacionalista aparece como legitimador de la unión entre obreros y estudiantes, buscando interpelar a la sociedad en su conjunto y no solo al estudiantado universitario.

Por último, considero pertinente traer la voz de los trabajadores al respecto de la relación entre los grupos aquí abordados. En el año 2013, Carlos Garberi recuperó varios números de la Gaceta Universitaria de Córdoba de la segunda mitad de 1919 y 1920 en los que se observa la presencia de numerosas agrupaciones sindicales obreras junto al estudiantado. Si bien estas publicaciones son posteriores al breve período tratado en este trabajo, ilustran el fenómeno que queremos evidenciar: el carácter bilateral de la alianza obrero-estudiantil. En uno de los pasajes recuperados –correspondiente al año II, número 15- hallamos que

Entre las múltiples manifestaciones de simpatía con que ha sido honrada la “Gaceta Universitaria” desde su aparición, destáquese por su alto significado, la de la Federación Obrera Local Cordobesa... Nos dirige una carta estimulante su Secretario general, ciudadano Pablo B. López, en la que dice que esa poderosa entidad desea cooperar, en la forma en que lo ha hecho, “a la realización de los ideales que se ha propuesto la juventud estudiosa y progresista” (citado en Garberi, octubre, 2013, p. 7).

Este pasaje nos habla de un genuino interés y una movilización efectiva de la clase obrera sindicalizada en favor del estudiantado cordobés. De hecho, la mención al testimonio de Pablo B. López nos permite afirmar que la alianza obrero-estudiantil no fue motivada y guiada por el movimiento obrero, sino que ambos sectores respondían mutuamente a las demandas que los movilizaban a fines de la década de 1910.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo se presentaron distintos documentos que pusieron de manifiesto la existencia de un fuerte vínculo entre estudiantes y obreros. Al contrario de lo afirmado por distintos autores, dicha relación no fue superficial y/o espontánea, sino que tenía bases sólidas y persistentes. Con el análisis de las fuentes se comprobó una relación de compañerismo entre obreros y estudiantes, forjada en los años anteriores, sobre todo con la Reforma Universitaria de 1918. Dicha relación se nos aparece como producto de una acción consciente de ambas partes, en particular del estudiantado, que reconoció la necesidad de fomentar sus vínculos con la clase obrera ya en julio del ’18. Asimismo, como se señaló previamente, los estudiantes demostraron tener una tendencia hacia la izquierda -evidenciada en el vocabulario empleado por ellos en sus distintas declaraciones- lo que los posicionaba cerca de una clase obrera sindicalizada en torno a agrupaciones socialistas (y anarquistas). Además, la juventud universitaria encontraba en la clase obrera un factor decisivo para alcanzar el progreso nacional, adicionando motivos para adherir a su causa. Esto demuestra que el origen de la alianza obrero-estudiantil fue un fenómeno multicausal, que respondió a motivaciones de lo más variadas.

Hay una cuestión que no debe dejarse de lado: en 1919 los estudiantes universitarios de Córdoba se habían constituido como un grupo de presión, que había salido victorioso de la Reforma del año anterior, y no tenía motivo alguno para pronunciarse sobre los conflictos de la clase obrera. No obstante, los documentos aquí analizados demuestran que los universitarios sí se manifestaron sobre los sucesos de enero de 1919, movilizados por una alianza sólida y consciente, y desempeñando un rol estratégico en dicha relación, como lo fue la dirigencia intelectual. Sobre este punto realizaremos algunas precisiones.

Los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba se convirtieron, a partir de los sucesos producidos a raíz de la Semana Trágica, en intelectuales orgánicos de la clase obrera. Esto quiere decir que desempeñaban un papel muy concreto dentro de la alianza con los trabajadores: tenían como función brindarles homogeneidad a los reclamos de las distintas fracciones de la clase, a la vez que los insertaban en un marco intelectual que posibilitaba la legitimación de estos en el seno de la sociedad civil. Existe también otra consideración a realizar en relación con el rol de intelectuales orgánicos de la clase obrera, aquella relacionada con las deficiencias del proletariado observadas por los universitarios. Al atender que los obreros tenían diferencias intelectuales y morales con ellos, repudiaron sus métodos violentos y buscaron promover la protesta pacífica y guiada por el accionar racional, a la vez que bregaban por una solución del conflicto serena y conciliatoria. Este último aspecto evidenciaría los orígenes pequeño-burgueses del movimiento estudiantil cordobés, que tendía a proponer soluciones de ese tipo, buscando evitar la radicalización de la clase obrera. En el devenir de la primera mitad del siglo XX, estas ideas serían erradicadas del ideario universitario a partir del ingreso masivo de los sectores populares a la universidad. Para 1919, sin embargo, este proceso estaba apenas iniciando y -aunque aumentó el número de estudiantes obreros- no había cobrado el vigor que tendría en las décadas siguientes.

Podemos afirmar, también, que la juventud universitaria demostró un explícito deseo de mejora de las condiciones de la clase obrera. Es preciso señalar que dicha aspiración se observa desde los documentos de 1918, sobre todos aquellos orientados a la extensión universitaria. Como se plasmó en el trabajo, las fuentes documentales exponen un anhelo de que las problemáticas obreras se resolvieran de forma serena, además de señalar cuáles eran las causas del conflicto con una asombrosa precisión y rigurosidad científica. Sin embargo, al momento de explicar los problemas que aquejaban a los obreros, los universitarios incluyeron algunas problemáticas que los afectaban directamente en tanto eran miembros de la pequeña burguesía. Esto evidencia que existió una comunión de intereses entre ambos sectores, que buscaban mejoras estructurales para sus condiciones de existencia.

La alianza entre obreros y estudiantes se vio reforzada, asimismo, por el accionar de las autoridades universitarias. Estas últimas dejaron al desnudo el hecho de que pertenecían y representaban a la misma clase a la que se enfrentaban los obreros: la burguesía. En tanto burgueses, repudiaron la postura adoptada por los estudiantes, los atacaron duramente y los vincularon de forma directa con los violentos sucesos de Buenos Aires. De esta forma, buscaban invalidar las declaraciones del alumnado, que ratificaban los reclamos obreros y aparecían como un peligro potencial de levantamiento del proletariado y estudiantado cordobés. Los estudiantes debieron responder y reafirmar su alianza con los trabajadores, lo que explica la sucesión de declaraciones que invadieron las últimas semanas de enero. Aquí entraron en juego los distintos usos políticos que se le dio a la reforma universitaria, tanto por las autoridades como para los estudiantes. Los primeros, apelando a la responsabilidad que entonces tenían los alumnos tras la aprobación del régimen de cogobierno, buscaron que retiren su adhesión a la causa obrera. Para los estudiantes, en cambio, su victoria reformista no estaría completa hasta que se alcanzase la reforma social, y para ello era indispensable colaborar con la clase obrera en su lucha contra la burguesía.

Para finalizar, debemos resaltar la importancia de estudiar la relación obrero-estudiantil más allá de la Reforma y el Cordobazo. Así como se evidenció en el apoyo que los universitarios prestaron a los trabajadores de Vasena, existieron múltiples eventos en los que esta alianza se reafirmó y fortaleció, siendo la Semana Trágica sólo un ejemplo de los mismos.8 La mayoría de ellos fueron dejados de lado e invisibilizados por la historiografía, que poco investigó sobre el vínculo entre estos sectores. Al revisar el análisis que realizaron distintos autores sobre la relación entre obreros y estudiantes en 1919, pocos analizaron las fuentes documentales aquí citadas, y sólo se remitían al Decreto del 12 de enero de dicho año, viendo solamente una parte de la intervención estudiantil en este momento de intensificación de la lucha de clases. Quedarán por revisarse numerosos acontecimientos del último siglo que permitirían obtener una visión integral de la alianza obrero-estudiantil, sobre todo del carácter de intelectuales orgánicos que estos últimos desempeñaron desde la Semana Trágica.

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Notas

1 En este trabajo analizamos la relación entre clase obrera y estudiantes universitarios como entidades separadas e independientes entre sí. Por tal motivo, se dejó de lado la alusión a los años peronistas (1946-1955) en los que obreros y universitarios conformaron un mismo grupo, mucho más homogéneo que en los años previos, tras la creación de la Universidad Obrera.
2 Deodoro Roca se desempeñó como presidente de la Federación Universitaria de Córdoba durante 1918, ejerciendo la representación de dicha institución en los actos obreros.
3 El crecimiento en la matrícula estudiantil también fue reflejo del ingreso de sectores obreros a la Universidad, que se duplicó entre 1902 y 1916. Para consultar las cifras ver Bastida Bellot, 2017.
4 A diferencia de numerosos trabajos sobre la Reforma Universitaria, aquí no contamos con números disponibles de la Gaceta Universitaria, principal órgano de difusión de los estudiantes cordobeses, para complementar nuestra investigación, puesto que durante el primer semestre de 1919 no fue editada.
5 Desde el propio título del documento, los miembros de la FUC marcaron la línea de pensamiento que seguían y la fuerte influencia que recibieron de la Revolución Rusa, que también se observa en documentos como el Decreto de la Federación (12/01/1919) y la Contestación del Centro de Estudiantes de Ingeniería.
6 Esta idea de las deficiencias del proletariado es remarcada en reiteradas ocasiones por miembros de la FUC y de otras federaciones universitarias (Del Mazo, 1927).
7 Sobre este punto, es preciso señalar la declaración de la FUC del 24 de enero de 1919, en la que propone “pronunciarse acerca de la justicia que les asiste, indicando soluciones conciliatorias” (Del Mazo, 1927, p. 61). Esta propuesta dejaría entrever el carácter pequeñoburgués de los universitarios, más afines a las medidas de conciliación social que repudian el accionar radical propio de las izquierdas de inicios del siglo XX.
8 Si nos limitamos sólo a 1919 encontramos también fuertes medidas estudiantiles ante los eventos de la Patagonia y de La Forestal.

Recepción: 10 Agosto 2021

Aprobación: 12 Abril 2022

Publicación: 01 Diciembre 2022

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