Archivos de Ciencias de la Educación, nº 9, 2015. ISSN 2346-8866
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Ciencias de la Educación

RESEÑA / REVIEW

Santillán, Laura (2012). Quienes Educan a los chicos. Infancias trayectorias educativas y desigualdad. Buenos Aires. Biblos

 

Claudia I. Rivetta

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Cita sugerida: Rivetta, C. I. (2015). [Reseña del libro Quienes Educan a los chicos. Infancias trayectorias educativas y desigualdad de Santillán, L.]. Archivos de Ciencias de la Educación, (9). Recuperado de http://www.archivosdeciencias.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Archivos09a12.

 

“(...) la documentación de la cotidianeidad nos ayuda a reconocer los matices que incluyen las intervenciones, así como las contradicciones que encierran y el lugar activo de los sujetos (...)”
(Santillán: 2012: 256)

El libro escrito por la Antropóloga Social Laura Santillán es producto de una indagación etnográfica realizada en barrios de la periferia norte del Gran Buenos Aires entre los años 2001 y 2007. La investigación se desarrolló en el marco de sus estudios de posgrado como integrante del Programa de Antropología y Educación de la Universidad de Buenos Aires y con el auspicio de una beca otorgada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la misma universidad.

El objetivo de la investigación fue explorar y documentar los procesos cotidianos de las experiencias educativas vinculadas con la infancia en un entorno de desigualdad social. En ese sentido, la autora se propuso indagar experiencias educativas que incluyeran tanto el ámbito escolar como no escolar, desarrolladas en barrios periféricos para realizar su trabajo de campo. En la introducción, la autora sitúa al lector en un contexto social caracterizado por cambios políticos, económicos y culturales propios de fines del siglo XX y principios del siglo XXI. A su vez indica distintos estudios que pretendieron explicar las transformaciones de las instituciones educativas en este período. Laura Santillán señala aquellas miradas referidas a la “crisis”, la “agonía” o la “muerte” de la escuela desde la década de 1970. Se detiene particularmente en los enfoques recientes que refieren al “declive” o “mutaciones” de las instituciones modernas, tomando distancia de estos enfoques y proponiendo una mirada que busca reconocer los matices presentes en los cambios sociales y los sentidos que los sujetos construyen en la propia dinámica las experiencias educativas.

En el primer capítulo, denominado “La experiencia escolar y la escuela en el contexto de la transformación” el foco de atención se posa en el intento de reconstruir la experiencia escolar desde la mirada de los chicos. Retoma la perspectiva de Rockwell (1995) asociada con la importancia de profundizar en la experiencia formativa que representa la escuela para los chicos. A partir de tres relatos la autora se propone reconocer las significaciones y los “cursos de acción”1 que llevan a cabo los niños en la experiencia escolar que se van delineando en sus trayectorias educativas. A partir de estos relatos, Laura Santillán advierte las huellas que la escuela va dejando en los chicos. Así malestar y sufrimiento, disfrute y bienestar están presentes en su andar cotidiano. Otro hallazgo de la autora se refiere a la experiencia escolar construida desde múltiples interacciones entre los niños y sus maestros donde se aprenden contenidos curriculares, pero además tienen lugar otros eventos en los que se manifiestan formas de trabajo colectivas y cooperativos, refutando planteos deterministas que hacen foco en las interacciones cotidianas desde la violencia en las escuelas ubicadas en los suburbios.

En el segundo capítulo, “La experiencia escolar por “fuera de la escuela: las iniciativas comunitarias en educación”, la autora indaga sobre los itinerarios educativos que incluyen la asistencia a centros de apoyo escolar además de la escolarización común. Presenta los centros comunitarios como espacios de apoyo escolar y de actividades artísticas llevados adelante por actores sociales externos al barrio como estudiantes universitarios, militantes políticos, voluntarios de la Iglesia Católica y Evangélica. Asimismo, la autora retoma investigaciones sobre el lugar de los deberes escolares donde el espacio familiar asume la responsabilidad por la resolución de la tarea escolar y las implicancias que esto tiene en las dinámicas familiares.

En esta línea, Laura Santillán caracteriza el accionar de los voluntarios como mediadores en las trayectorias educativas de muchos chicos y chicas en momentos tales como la promoción del año, los cambios de turno, el acompañamiento, el tránsito para continuar estudios secundarios y hasta universitarios. Por otro lado, señala que el trabajo en los centros de apoyo escolar fue variando hasta conformarse una modalidad de trabajo en red con ejes comunes vinculados a la ayuda escolar y el cuidado infantil. Trabajo que implicó además una definición de escolarización y ejercicio de la docencia en permanente construcción. Por ejemplo, los maestros comunitarios se identifican diferenciándose de los docentes de la escuela común desde los sentidos que atribuyen a su tarea y los modos de entender la niñez, vinculados ambos a condiciones de desigualdad y vulnerabilidad.

En el tercer capítulo, “La escolarización como experiencia colectiva: la demanda por educación en la periferia urbana” la antropóloga comienza describiendo la configuración metropolitana en la zona norte del Gran Buenos Aires con el objetivo de dar cuenta del contexto de surgimiento de las escuelas en esta región y el papel que jugaron en ello el Estado y las organizaciones sociales. Para ello, elabora una caracterización histórica referida a los períodos de loteos y construcción de residencias en zonas anegadas lo que implicó trabajo colectivo entre vecinos, la iglesia católica y el Estado. A partir de los relatos de los vecinos, la autora advierte una vinculación entre educación, civilidad y progreso asociada a la expectativa que la educación les permitiera a los chicos acceder a mejores puestos de trabajo en el futuro.

En el capítulo cuarto, “Quiero que estudien y sean algo: practicas familiares en torno a la escolarización infantil”, Laura Santillán da cuenta -mediante entrevistas con maestros y directivos de escuelas de la zona- de una marcada referencia a la “familia” como condición de posibilidad para llevar adelante la tarea de enseñar. Por el contrario, la ausencia familiar en el ámbito escolar es percibida como “falta de compromiso” de los adultos en la educación de los chicos. Para los maestros comunitarios, la familia no constituye un problema pero sí un ámbito sobre el que es necesario intervenir. A partir de estos hallazgos, la autora discute con aquellos estudios que ligan las posibilidades de éxito o fracaso escolar al origen social y cultural de las familias. Laura Santillán busca plantear un debate especialmente con aquellas miradas anticipatorias y estigmatizantes que asocian a las clases subalternas con formas de vida violenta y desorganizada, desvalorizando así las prácticas propias de crianza y cuidado de la infancia. En este sentido, esta indagación antropológica contribuyó a visibilizar los esfuerzos realizados por las familias para que los chicos asistan a la escuela y a los espacios complementarios aún en condiciones materiales desfavorables.

En el quinto capítulo, “Deliberar acerca de la educación de los hijos: trayectorias educativas y tramas sociales”, se indica la creación de vínculos de ayuda mutua en los barrios entre grupos, desde los cuales se atiende a temas de crianza, educación, alimentación, vivienda, salud. Acciones vinculadas también al trabajo de organizaciones e instituciones sociales y del Estado. La autora indaga cómo las acciones que los grupos domésticos llevan adelante en relación con la crianza y la educación no son rasgos culturales estancos y se construyen a partir de acciones de ayuda mutua y de organizaciones sociales. Reconoce así contextos de interacción que reúnen a padres, madres, tutores, organizaciones religiosas, grupos de asociaciones civiles, en los que se articulan sentidos en torno a la educación de los chicos vinculados a valores socialmente legitimados acerca de la vida familiar y el cuidado infantil.

En el apartado final, se presentan fragmentos de entrevistas a jóvenes que habían dejado atrás la escolarización primaria pero que resultan de interés para conocer las trayectorias educativas infantiles y la percepción que se tiene de ellas en el presente, en la propia biografía. La indagación de Laura Santillán presentada en este libro permite dar cuenta del entramado que representan las iniciativas educativas dentro y fuera de la escuela. Por otro lado, caracterizar las trayectorias educativas infantiles y la educación en referencia a los cambios políticos, económicos y sociales de las últimas décadas. Finalmente la autora alerta sobre la tentación de proclamar el fin de la escuela o el logro emancipador de la sociedad civil como así también el riesgo de sostener miradas estigmatizantes de los modos de crianza y educación de las clases subalternas y las redes de ayuda escolar comunitarias.

Notas

1 Retoma la perspectiva de Michel de Certeau, de incluir la dimensión cotidiana de las prácticas de los sujetos, a través de uno de sus niveles de análisis, como son las modalidades o cursos de acción, es decir las maneras de hacer, que están vinculadas a las circunstancias dadas, pero nunca se rigen enteramente por la ley o el orden imperante (de Certeau, 1996).

Referencias bibliográficas

Rockwell, E., La escuela cotidiana, México, Fondo de la Cultura Económica, 1995..

De Certeau, M., La invención de lo cotidiano: artes de hacer. I (Vol. 1). México, Universidad Iberoamericana, 1996.

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